Esta es una de las mejores creature feaure de los ochenta, viscosa a más no poder.
Además de ser un divertido churro cinematográfico (B movie a más no poder), cuenta con un finísimo
soundtrack a cargo de Michael Perilstein, quien también hizo la banda sonora de
Frankenhooker. El ending es una suave pieza de jazz con esos sintetizadores característicos
de la época, un bass line pegajoso y una imaginativa melodía en una flauta
transversal. Definitivamente, una pieza mucho más sofisticada que la misma película.
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