Brutal clímax de esta película: asfixiante y perverso,
que nos hace preguntarnos quién es el verdadero monstruo de la historia. Todo se resuelve, de una forma un tanto agridulce, empezando
así el amor (¿eterno, cruel?) entre Eli y Oskar. Pedazo de escena, que como es costumbre, en
el remake (2010) no se le hace justicia, aunque si somos honestos, la versión sueca queda corta comparada con el libro de Lindqvist.
Por cierto, gracias a esta escena descubrí al genial grupo de New Wave, Secret Service, con la canción A Flash in the Night.